Premios
Este año el escándalo estuvo servido con el espectáculo que ha dado la augusta institución del Nobel. No se concedió premio. Abusos y filtraciones han pesado demasiado. Toca barrer la casa. Y mientras, nos preguntamos los profanos si se entregarán dos premios el año que viene. Se me antoja complicado subir al mismo tiempo y en la misma ceremonia a dos gigantes a los altares—reconozcamos que quienes ganan el Nobel lo son desde ese día, independientemente de gustos y de fobias. Claro que, lo que hará la pareja ganadora será más bien bajar esas escaleras perfectamente medidas para el tranco de una mujer con tacones, tal y como me contaron en el Ayuntamiento de Estocolmo, así que esperemos no ver más tropezones en la institución.
¿Qué hay desde esa llamada de la Academia hasta el día de la entrega? La reciente película La buena esposa (quizás el papel de Glenn Close valga por toda la película) nos ha enseñado a los profanos cómo se viven esos miedos, esos nervios, esos ceremoniales. Nervios más que justificados si encima se es un tramposo… Sabiendo que la excepción hace la regla, una no deja de preguntarse cuántas excepciones tan injustas como esa habrá habido en la historia del premio. Hace unos días, Graciela Rodríguez Alonso, durante la presentación de su libro La epopeya de las mujeres, publicado por esta Huerta, se hacía esta pregunta: ¿podemos imaginar a nuestro Nobel Ramón y Cajal vestido con cancanes y sombrerito para poder acudir a estudiar a la universidad? Contestamos con una risa. La misma risa de vergüenza que hace años debería haber provocado ver a Concepción Arenal vestirse de hombre y entrar con chaperones a la Universidad Central de Madrid para estudiar Derecho, sencillamente como una más (y ni eso consiguió pues sólo pudo asistir como oyente). Pero volvamos a los premios. Y surge la inevitable pregunta: ¿Qué aportan?: a los autores, a las editoriales, a los agentes, a la sociedad. Dinero, medallas, reconocimiento, seguridad, ventas, becas, diplomas, cabreos épicos, envidias, comparaciones, renuncios reales y falsos renuncios… Supongo que hay para todos los gustos.
Pero están esos primeros premios que se reciben con ilusión, y se recogen con el alma festiva. En la editorial estamos celebrando que algunos de nuestros autores y libros, desconocidos todavía para tantos y por los que estamos apostando con fe, estén siendo nominados a premios, modestos muchos (alguno importante como el Jabouti de Lucrecia Zappi), pero todos celebrados. Pocas cosas se ganan a la primera, pero por algo se ha de empezar. Y esas nominaciones no dejan de ser un barómetro que indican que por ahí afuera alguien se está fijando en el trabajo de estos autores. Algo que celebramos y esperamos seguir celebrando.