Es escritor, poeta y periodista, tres facetas totalmente distintas, aunque a todas ellas hay que añadir la de hombre espiritual. Esto lo demustra en su primera obra, «Más alto que el aire. Brevario para el alma» (Libros del Olivo), públicada en 2013. Además, es Responsable de comunicación y literario de Fundación Banco Santander, institución para la que ha realizado hace poco más de un mes la antología y prólogo de «Castillo interior» de León Felipe. Es madrileño de vocación, allí nació en 1971, por lo que nos cita en un lugar castizo de Malasaña, el Café Ajenjo, donde se reunía hace años para mantener intensas tertulias, y ahora hablar de su nuevo libro, «Pájaros en los bolsillos» (Editorial La Huerta Grande).
–¿Es este libro bastante emocional?
–Lo comencé a partir de una crisis de identidad, algunos cuentos fueron escritos hace 12 años y lo terminé hace diez. Está hecho para el niño interior que llevamos todos dentro y al que maltratamos por el exceso de responsabilidad, la vorágine de cosas que nos pasan, los temas serios, el sentido común… olvidamos los sueños por el camino. El título, «Pájaros en los bolsillos», se refiere a los pájaros que guardas y quieren salir al vuelo. Los cuentos están entre lo mágico y lo cotidiano, pero creen en los milagros de la magia, y lo digo porque cada uno de nosotros es un mago. La vida es un juego, y a veces lo vivimos de manera demasiado seria.
–Cuando lee su nuevo libro ¿es como recordar la época en la que elaboró los relatos?
–Los escribía al mediodía en mi trabajo en la hora para comer. A veces dos o tres en un día, pero no pasaba más de una semana sin escribir uno, fue rápido, luego añadí algunos últimos, y cogí otros que ya tenía de antes. La época de mayor producción sería más o menos cada dos días uno. Hace 12 años no tenía tanta conciencia como ahora, pero pienso que siempre hay una parte más sabia que nos guía, el daimón griego. Este libro tiene muchos inconscientes, hay experiencias con mi madre, cómo he visto yo a las mujeres desde mi adolescencia y cómo una mujer ha tenido un papel coartador de alguna manera al tener una madre controladora por ser padre y madre a la vez. Pensé que ya no tenía nada que ver con este libro de hace 12 años, pero cada cosa que hacemos tiene su propia energía y me han vuelto algunas que dejé sin solucionar entonces, incluso personas físicas de aquella etapa han regresado de repente. Vuelve la energía vital de entontes, lo cual quiere decir que la energía no desaparece nunca, siempre está ahí, y acude cuando tú la llamas. En el fondo no muere nada, como el inconsciente colectivo, que las personas que mejor lo captan luego lo enseñan.
–Parece que la prosa de «Pájaros en los bolsillos» es algo poética.
–No creo que la poesía sea algo estético y en verso, sino que está en la mirada del artista. Andrés Ibáñez dijo que este libro era como «Las mil y una noches».
–¿Cree que ha llegado a la literatura un poco tarde?
–Desde pequeño he pensado que cada uno estamos aquí para llegar a ser lo que somos. Mi primer libro lo he publicado con cuarenta años, y me ha costado bastante, tanto que compré ejemplares, pero en el fondo fue una inversión. He renunciado a sueldo en la Fundación Santander para escribir. Cuando sueltas una cosa te das cuenta de que la vida te da otras, cierras una puerta y se abren diez, consiste en echar a volar los pájaros. El mundo está lleno de gente que parece segura de sí misma y realmente está movida por el miedo.
–¿Por qué esa fascinación por León Felipe?
–Me siento heredero de los trascendentalistas norteamericanos, de Walt Whitman por ejemplo, y por tanto del primero que le tradujo, León Felipe. Él defiende algo que apoyo en cuanto a hacer de la vida y la obra una sola cosa, ser coherente con lo que escribes. No me gustaría ser un escritor cuya vida no tuviera nada que ver con su trabajo, que es lo que ocurre con la mayoría. Whitman decía que los artistas estamos para dejar ve cosas de las que otros no tienen tiempo para darse cuenta, relevar a otros las posibilidades que tiene su alma. Para lograr eso hay que escribir desde el corazón y el alma, territorios muy alejados de la mente.
–Para captar este aura trascendentalista es necesaria una buena educación y de eso escaseamos.
–No hay una educación en condiciones, hay que sensibilizar a la gente en que la naturaleza y el hombre somos uno, que estamos conectados unos con los otros, que somos iguales y estamos hechos de lo mismo.
–Alcanzar esa humanidad es complicado con tanta tecnología de por medio.
–La gente va por ahí y no levanta la vista del teléfono, y claro, así no se van a fijar en nada. Ese mundo, por muy grande que crean, es bastante pequeño.
–Tras esta conversación me da la sensación de que tiene un concepto de la escritura diferente a la mayoría.
–Hay poca gente que viva la literatura como yo, lo hago desde el corazón y el alma, como una manera de desarrollarme interiormente, y si eso lo aprovechan otros para hacer lo mismo es perfecto. Lo primero que hago cuando escribo es terapia conmigo. Existen pocos artistas en el mundo de la literatura porque está bastante intelectualizada, es tan filosófica que se pierde. En definitiva, la vida es literatura y la literatura, vida.