-Cuentan que este libro ha tenido un extraño periplo por las aguas procelosas del mundo editorial.
-Cuentan bien…hace trece años que rompieron el cascarón algunos de estos pájaros, y hace diez que el último voló del nido…pero diversos avatares nunca casuales, les hicieron remontar el vuelo algo tardíamente, claro que todo fue para que llegaran a esta magnífica nueva editorial que es la Huerta Grande, que tuvo la valentía de publicarlo como primer libro de ficción de sus Hespérides. La espera fue adecuada y mereció la pena.
-Se dedica usted a un género poco habitual en España, el fantástico. ¿Casualidad o ha sido adrede?
-No es tan inhabitual, aunque sí a veces ignorado en España. Perucho, Dieste, Cunqueiro, son dignos representantes, y ahora gente como Muñoz Rengel o Félix J. Palma, entre otros, lo cultivan, Lo que me diferencia de ellos quizá es que no he creado ninguna historia que no haya vivido de alguna manera, y siento esa realidad mágica como una proyección de nuestra propia vida. No creo en las casualidades, como te decía…para mí lo fantástico y lo real conviven en dimensiones paralelas como lo visible y lo invisible…lo mágico y lo cotidiano se entroncan, el milagro alterado de la realidad, la revelación luminosa como diría Carpentier, habita a un palmo de nosotros; lo que pasa es que estamos tan ajetreados con nuestra vidas de ruido, tareas y tecnología que vivimos ciegos a las epifanías que surgen ante nosotros diariamente.
-Según está el panorama, mejor que tiremos de fantasía en este mundo en que vivimos.
-.Sí, estamos en un momento de cambio de paradigma, de revoluciones interiores, de poner la sombra sobre la mesa. Soy optimista: quizá limpiar e integrar esa noche oscura del alma colectiva sea lo único que nos devuelva a un ser humano más luminoso. Abrir el puño de las emociones para llegar del corazón al alma. Estos cuentos abren esas emociones y sentimientos, por eso parecen tan cercanos a pesar de ser fantasiosos, porque contienen humor, tristeza, aventura, ira, miedo o amor, todo lo que nos hace humanos.
-Supongo que se habrá usted planteado la posibilidad de escribir una novela. Aunque hacerla con este tipo de material narrativo sería agotador para usted, y casi, si me apura, para el lector. Qué derroche de imaginación.
-La imaginación se asocia a los niños al igual que la fantasía, pero ¿quién no lleva un niño dentro? Lo que pasa es que pocos lo sacan a jugar. Ese niño es el que ve las cosas más claras. Y el mío se lió a abrir puertas y ventanas, microcosmos que hablan de mecánicas divinas y humanas, que vienen a ser lo mismo. La novela está en camino, sobre mi viaje a la Isla de Pascua, pero huirá del género como hice en mi primer libro, ««Más alto que el aire» (2013), será diario, novela, ensayo… La vida es una mezcla de géneros, ¿no le parece?
-Una más tópica. Sus autores preferidos.
-Ufff..ahora mismo son los que me hablan desde el corazón y el alma, no los que utilizan la literatura como mero ejercicio intelectual…eso no me interesa…no sigo a quien no cree en lo que escribe. Maupassant, Rulfo, Stevenson, Gracq, Buzatti,Dostoievsky, Machado de Assis, Camus, y ahora una literatura de la luz como Guillermo Roz, Andrés Ibáñez, Pablo d’Ors,..
-Soy de los que creen que para ser un gran narrador hay que hartarse de leer poesía. Se me ocurren William Faulkner, Vargas Llosa, Cervantes, García Márquez…
-Estoy de acuerdo. Más alto que el aire era lírica en manto de prosa, fábula en verso, y ante todo me considero un poeta a la antigua usanza, de los que miran el mundo para fusionarse con él y cantarlo. Whitman, Emerson, Juan de la Cruz, León Felipe, el propio Vicente Gallego ahora son baluartes de ese salmo del hombre y el Universo en busca de la unidad con todo lo creado.
-Usted es el director de comunicación y literario de una institución cultural señera. ¿Es difícil pasar de ese trabajo a los barros, aunque sean gloriosos, del mundo literario?
-Intento que, cada vez más, mi trabajo y mi vida literaria vayan en paralelo y no ir fragmentado por la vida. La creación es un don del hombre en todas sus manifestaciones, ¡sagrado barro es entonces!…expresar mi manera de ver el mundo y ayudar a descubrir mi alma, y a la vez poder hacer que otros vean las posibilidades de la suya, es un regalo del cielo que no podré dejar de agradecer hasta el último de mis días.