La Feria de las ilusiones
Terminó junio. Y con él pasó la Feria del libro de Madrid. El Retiro ha sido desde niña el jardín de mis juegos. Donde he pasado las tardes de infancia. Luego las tardes como madre, en los columpios, en paseos a bicicleta, en las barcas. Y como no, tardes de libros en el Paseo de Coches que, por primera vez, he recorrido conduciendo mi coche, como si fuera el mismísimo conde (o condesa) de Fernán Núñez quien, en 1873, durante la Primera República, lo mandara construir para pasear a caballo. Cargados de cajas de libros y de ilusión, así hemos inaugurado nuestra primera Feria los del equipo de Huerta Grande y de la librería «los editores», mientras yo les decía a ellos, y a mis hijos: «saludad, saludad, como si fuéramos un cortejo real», porque son pequeñas cosas que le hacen a una tener ínfulas de grandeza.
Una caseta en el Retiro de mi niñez… ¿Quién me lo iba a decir? Y siempre hasta arriba. Han pasado por ella autores grandes, muchos ya “amigos de la casa”: Marina Saura, Luis Landero, Pedro Letai, Martín Casariego, Fernando Aramburu, Rafa Reig, Carmen Posadas y tantos más; como no, los hortelanos de esta Huerta, algunos estrenándose en el oficio de feriante: Miguel Ángel Ballesteros, Francisco Javier Expósito Lorenzo, Graciela Rodríguez Alonso y José Joaquín Bermúdez Olivares. También autores o artistas en passant: Mercedes Monmany y César Antonio Molina siempre cerca, el elegante Almeida Faria, la escritora Milena Busquets que es jarana y alborozo hechos piel y pecas, María Pagés que luego bailó en El Teatro Español su conmovedor Óyeme con los ojos ¡qué espectáculo!
Y por supuesto comerciales, amigos, familiares, editores y LECTORES adultos y niños, no es por nada pero los más importantes, por eso van en mayúsculas. Sin ellos pobre Feria sería.
El equipo de «los editores» y de la Huerta Grande, reinando entre la alegría, dándolo todo: Lucía, Pilar, Manuela, Mario y Patricia. Sin buenos equipos no hay buenos proyectos. Va por ellos.
Así dan ganas de hacer las cosas bien. Y de llevar buenos libros a los paseantes. «Saludad hijos, que llevamos un tesoro en la carroza».