«El canario» Iván Cantos
Hoy me he levantado temprano, porque hay que levantarse temprano. Eso es lo que hay que hacer.
Me levanto y me pongo las zapatillas de orillo a cuadros, con la suela de foam color marfil. Son bastante cómodas; calientes: marca Raffle. Ya sé que son típicas zapatillas de viejo pero, ¿qué es uno si no un viejo, coño? Así está la cosa.
Tengo ochenta y cinco castañas, y no ha habido ni un mal invierno ni uno bueno que me lleve para adelante y me mande a recoger.
¿Qué es la vida? No lo sé, y si lo supiera no lo contaría así, en «pour parler«, y gratuitamente. Yo sólo sé que la vida es larga de cojones y al que sepa algo más, por mí que se lo guarde. Si he vivido más años que el acueducto sin saber eso pues ya me dirás Pepe.
Después de tantos años trabajados uno tiene bien poca cosa; cinco trastos viejos y una pensión. Y ya está, no es para hacer fiestas. Nunca tuve nada ni quise nada, la verdad. Lo único verdaderamente bueno que he tenido era mi mujer Adela, que murió el día de su cumpleaños en nuestra cama, acariciándome la mano, diciendo:
—Pero qué va a ser de ti, si eres un desastre y no sabes ni coserte los botones.
Adela tenía un tocadiscos marca Belter que aún funciona. Mientras se moría, me decía que pusiera música porque la música acompaña mucho y sublima los pesares.
El disco que más le gustaba era el del Niño de Fregenal, que canta un flamenco bastante hondo y sentido, con una voz muy bonita de niño que conoce el hambre y las fatigas del pobre.
A mí El niño del Fregenal, gustarme no me gustaba tanto como a Adela porque yo no tengo casi alma, y corazón y vida como ella tenía.
Así, a modo de recuerdo y conmemoración, me pongo al Niño de vez en cuando en los cumpleaños o en días especiales. Y ocurre un hecho curioso que llama la atención. El canario del vecino, que es color «salmón» —eso dice al vecino—, al oír el disco a través del patio interior se pone a piar rítmicamente y con mucho sentimiento, que talmente parece por sus piídos y quejidos que va arrancarse por bulerías y le va a robar el cante al mismo Niño del Fregenal. Curiosidades que tiene la vida.
El uno canta:
… Que clavaíto
Tengo en el pecho
El puñal de tu palabra…
Y el canario acompaña:
pipppiiiipi
pipipi piiii…
Y así hasta que acaba el disco.
Y a uno le da por fantasear si no será que Adela se posa en el pájaro para cantar un poco, y echar un ojo a ver cómo voy tirando. A ella le gustaba cantar bajito y como en un susurro. Bendita sea.
Y no hablaré más de esto.
Tengo en el salón una bandera republicana que era de mi padre. A mí la República me parece bien, pero hay que reconocer que donde éste un rey, con su uniforme, sus medallas…
Eso impresiona y con tanta cacharrería el heroísmo se debe de suponer.
Aunque hay reyes y reyes. En España los reyes han sido normalmente bajitos y mandibularios (pido perdón si esta palabra no existe, que creo que no).
Es normal. Si eres rey no vas a ser encima guapo y con una figura que arrebate el sentido, eso nadie lo podría perdonar.
El rey que tenemos ahora tiene muy buena planta, y eso seguro que le traerá grandes disgustos y sinsabores.
Además, la gente se queja de que los reyes y los políticos roban desaforadamente y a cuatro manos. Yo por no discutir me callo y no digo nada, pero me conozco el paño.
Uno roba gallinas porque no tiene los medios ni conocimientos para robar un banco, así son las cosas.
Había uno gordo que tenía un bar debajo de mi casa que, mientras ponía el chato de vino que tomo puntualmente a la una, protestaba de lo ladrones que son los políticos.
Un tiempo más tarde me contaron que cerró el bar y se fue a Centroamérica, dejando un pufo de mil demonios. Yo me reía por dentro, recordando aquellos párrafos que nos echaba, quejándose de la falta de honradez de los poderes públicos en general.
Hoy ha salido en las noticias que hay que quedarse en casa porque hay una gripe o similar, que se está llevando a los viejos como si fuera la peste.
Pues vale, si eso dicen, me quedaré en casa. Si al fin y a la postre, como y bebo como un gorrión.
La cosa pinta como pinta, y no hay más que hablar.
He puesto otra vez el disco del Niño de Fregenal y cuando cantaba:
Llévame contigo niñaaa
Llévame al río
que tengo un llanto mu grande
Dentro metío…
He sentido algo así como una gran inspiración y me he asomado a la ventana del patio y le he dicho al canario del vecino:
—Oye, Adela, deja de piar y escucha, que me da a mí que pronto me voy contigo.
El pájaro se ha quedado calladito, calladito, y no ha dicho nada.