Coco lee el mundo, de negro
Los últimos datos publicados sobre los hábitos de lectura dicen, entre otras cosas, que el postureo literario está de moda. Mejor sería que la cifra de lectores subiera, pero, en este precariamente sólido mundo del libro, habrá que aprender a conformarse con lo que sea, así que lo celebraremos como una buena noticia. Y puestos a contribuir a la difusión del libro, se nos ocurren otras formas de postureo literario que le vendrían, de paso, muy bien a autores, libreros, y a todo el sector editorial. He aquí algunas ideas:
Poner de rabiosa actualidad, previa contratación de flamantes blogueros, farándula ad hoc y gente elegantísima, algo tan sencillo como pasear por la calle con un libro bajo el brazo. Como las mascotas, dan mucho y piden poco a cambio. Pero no hay riesgo de que huelan y uno se evita el engorroso momento estropea fotos, de tener que agacharse a recoger los pestilentes excrementos.
Decorar las casas con libros. Son coloridos, elegantes, dan mucho caché (qué atroz palabra) y no se les caen las hojas en otoño, lo cual sería, de nuevo, muy engorroso. En todo caso sus páginas (o las ideas que contienen), a lo más que llegan es a volar hasta el cerebro de sus dueños. Sólo contraindicado para propietarios de mente estrecha.
Dado el reciente éxito de Sant Jordi y el evidente atractivo que despierta en la raza humana una larga cola, organizar viajes multitudinarios al extranjero de postureo libresco, patrocinados por el patrón Sant Jordi. Incluso abrir embajadas del Día de la Rosa por el mundo entero. Y por supuesto ofrecer libros (o cómics) en los soporíferos pero inevitables cócteles y recepciones de las susodichas embajadas.
Aprovechando la moda eco, bio, zen, veggie y otras vainas… llevar el libro al más propicio y acogedor ámbito campestre. Circula por ahí una fotografía de un puesto de ropa interior, en un mercadillo rural, en el que «Por la compra de tres bragas, gratis un libro de poesía». Sexo y poesía verdes. No hay nada más in.
Y para postureos de libro de alto standing (otro atroz término), el de la fabulosa Mademoiselle Coco, que, con la venia del señor Richard Avedon, ha posado para la Huerta con las novedades de esta cosecha. Por cierto, hemos rebautizado la foto, ahora se titula: «Coco lee el mundo, de negro».
Pensándolo bien, puede que este postureo le viniera bien a mucha gente que no tiene nada, o poco, que ver con los libros. Y quizás, practicándolo, no sólo defendamos al libro, sino la lectura.
Más postureo librero. Por favor.